Picasso con sus hijos Paulo, Maya, Claude y Paloma |
Puer senex, el “niño viejo” o el “viejo niño”. Este tópico viene siendo aplicado a Pablo Ruíz Picasso desde hace ya tiempo. Él, que siempre presumió de haber tardado toda una vida en desaprender a pintar, es un claro ejemplo de estas personas que en su infancia y adolescencia muestran la rigidez de carácter propia de un adulto y que, sin embargo, según van cumpliendo años biológicos van haciendo saltar por los aires las rejas que aprisionaban a su niño interno, hasta que éste logra escapar y adueñarse de las actitudes, comportamientos y modos de pensar del hombre ya supuestamente con su cabeza asentada.
Y dado que la biografía de un artista condiciona su estilo, mi propuesta es rastrear el proceso involutivo de Picasso de adulto a niño a través de los retratos realizados a sus hijos, en lo que podremos comprobar cómo cambian las tornas y cómo el malagueño pasa de construir en Paulo, su primogénito, un propio álter ego a identificarse con la infantilidad de sus hijos menores, Claude y Paloma.
Paulo
Dentro de la trayectoria personal y artística de Picasso la I Guerra Mundial supuso un punto de inflexión. Sus amigos fueron llamados a filas. Él mismo fue a despedir a Braque a la estación de Avignon. Su marchante, Kahnweiler, fue obligado a abandonar París y Picasso, al igual que los demás artistas, perdió clientes y galerías. Además, su compañera sentimental Marcelle Humbert, conocida como Eva, falleció inesperadamente en 1915.
Picasso, Telón para el ballet Parade, 1917 |
Poco después, en 1916, el poeta Jean Cocteau le propuso un nuevo e innovador proyecto. Cocteau deseaba organizar un moderno ballet, con libreto propio, dirigido por Sergei Diaghilev, director de los Ballets Rusos, con música de Eric Satie y decorados de Picasso. El malagueño aceptó el desafío y viajó a Roma en compañía de Cocteau para conocer a Diaghilev. A raíz de este encuentro se inició la incursión de Picasso en el teatro colaborando con el diseño de decorados y vestuario para ballets como Parade (1917), El sombrero de tres picos (1919), Pulcinella (1920) y Cuadro flamenco (1921) entre otros. En Roma también se produjo el encuentro entre Picasso y la bailarina Olga Koklova, con quien se casaría en 1918. Fruto de esta relación nació Paulo el 4 de febrero de 1921.
Man Ray, Olga Koklova con Paulo, 1923 |
Ingres, El violinista Niccolò Paganini, 1819 |
La gran guerra trajo consigo, a nivel artístico, lo que se ha denominado “regreso al orden” o “llamada al orden”, en la que los artistas abandonaron los experimentos vanguardistas y se acogieron a un estilo más naturalista y academicista. Dentro de esta corriente predominaron los “dibujos ingrescos”, nombre tomado de los dibujos realizados por Ingres alrededor de 1820. Son éstos dibujos a lápiz con línea gris, considerados obras definitivas, no simples bocetos, en los que se presta una atención especial a la cabeza, que se encuentra muy acabada con todo su juego de volúmenes y sombras, perdiéndose la definición según se va recreando el cuerpo. Para complementar, en algunos de ellos se realiza una presentación del entorno que acompaña al personaje. Ejemplos de esta práctica pictórica serían El violinista Niccolò Paganini (1819), Las hermanas Kaunitz (1818) o Mme. Victor Baltard y su hija Paule (1836).
Picasso, Ambroise Vollard, 1915 |
Como era de suponer, Picasso, siendo la continua experimentación y el continuo aprendizaje los pilares de su creación, no se sustrajo a este planteamiento artístico. Así, y ya desde 1915, los retratos de sus amigos se adaptaron a este estilo de la época como podemos ver en Max Jacob (1915 y 1917), Apollinaire (1916), Ambroise Vollard (1915) o Retrato de Diaghilev y Selisbourg (1917). Sin embargo, estas obras de gran acabado y que presentan una ligera idealización con respecto al modelo, provocaron críticas entre quienes las vieron como una traición al nuevo camino artístico emprendido por Picasso con el Cubismo.
Lejos de amilanarse ante las críticas, el malagueño se sirvió de esta técnica para realizar toda una serie de retratos de su primogénito donde el interés se centra en destacar sus rasgos faciales, quedando sin completar o apenas bosquejado el resto del cuerpo. Así se nos ofrece el infante en Niño sentado (14 julio 1921), Retrato de Paulo (verano 1922), Retrato de Paulo (verano 1923) y las diversas variaciones de Paulo sentado (verano 1923).
Picasso, Niño sentado, 14 julio 1921 |
Picasso, Retrato de Paulo, verano 1923 |
Picasso, Paulo sentado, verano 1923 |
Esta corriente realista tuvo también su eco en una serie de retratos, ya en óleo o pastel, realizados por el artista al propio niño y a familiares tan allegados como su madre y su esposa Olga. Algunos ejemplos de estas obras son Niño delante de un cojín azul (invierno 1921), Retrato de Paulo con cuello blanco (1922), Paulo bebé (1922), Paulo (1922), El hijo del artista (septiembre 1922), El hijo del artista (otoño 1922), Retrato de Paulo (febrero 1923) y Niño con caballito (Paulo) (1923).
Picasso, Retrato de Olga en un sillón, 1917 |
Picasso, Paulo sobre un asno, 14 abril 1923 |
Picasso, Paulo como Arlequín con flores, 1923 |
Otra particularidad de los retratos de Paulo es la costumbre que tiene su padre por disfrazarlo. Resulta constante la aparición de arlequines y pierrots a lo largo de toda la producción de Picasso, ya desde la época azul, y sigue manifestándose incluso durante el Cubismo a través del facetado de diamante de sus trajes. Incluso el artista toma este disfraz al autorretratarse (En el Lapin Agile o Arlequín con vaso, 1904), asumiendo el personaje el papel de su álter ego.
Picasso, Paulo con traje de Pierrot, 12 julio 1929 |
Picasso, El hijo del artista como Arlequín, 4 marzo 1924 |
Picasso, Paulo vestido de Pierrot, 28 febrero 1925 |
Picasso, Paulo vestido de Arlequín, 1924 |
Resulta igualmente significativo que la primera obra conocida de Picasso sea El picador (1889-90), un óleo sobe madera representando una escena de una corrida de toros con la figura de un picador a caballo y de varios espectadores. De igual forma, su primera incursión en el grabado también refleja una imagen de un picador, El zurdo (1899), nombre aplicado para justificar la inversión de la imagen debida a la técnica de impresión cuyo resultado no fue previsto por Picasso. Todas estas tempranas referencias taurinas en su obra se explican por la gran afición a la tauromaquia de su padre, José Ruiz Blasco, que fue inculcada en Pablo desde su más tierna infancia. A partir de ese momento aparecen continuas alusiones a este espectáculo en las obras picassianas, baste con referir la serie de grabados La Tauromaquia (1957), las Escenas de corridas incluidas en sus cerámicas, etc.
Picasso, El picador, 1889-90 |
Picasso, El zurdo, 1899 |
Incluso, conjugando su pasión hacia las corridas de toros y sus constantes adopciones camaleónicas de los más diversos estilos artísticos, modos de vida y personalidades, una fotografía tomada por Man Ray nos muestra a Picasso disfrazado de torero en un baile ofrecido por el conde Etienne de Beaumont en París en 1924.
Teniendo esto en cuenta, no nos sorprende que el primogénito del artista también sea objeto de esta obsesión paterna y quede retratado luciendo un traje de luces en El joven torero (1925). Aquí el niño presenta una pose tradicional de frente formando un contraposto al apoyar el peso sobre la pierna derecha y retrasar la izquierda marcando una línea oblicua. En este cuadro se evidencia, quizá de forma más destacada que en otros retratos de Paulo, y tal y como afirman Giménez y Calvo Serraller, el intento de su padre de crear un equilibrio entre afectividad y distanciamiento, de desvirtuar el vínculo afectivo entre retratista y retratado en aras de una mayor objetividad en la representación, lo que propicia la aparición de una actitud ausente del niño, reforzada aquí por su cabeza en perfil.
Picasso, El joven torero, 1925 |
Teniendo esto en cuenta, no nos sorprende que el primogénito del artista también sea objeto de esta obsesión paterna y quede retratado luciendo un traje de luces en El joven torero (1925). Aquí el niño presenta una pose tradicional de frente formando un contraposto al apoyar el peso sobre la pierna derecha y retrasar la izquierda marcando una línea oblicua. En este cuadro se evidencia, quizá de forma más destacada que en otros retratos de Paulo, y tal y como afirman Giménez y Calvo Serraller, el intento de su padre de crear un equilibrio entre afectividad y distanciamiento, de desvirtuar el vínculo afectivo entre retratista y retratado en aras de una mayor objetividad en la representación, lo que propicia la aparición de una actitud ausente del niño, reforzada aquí por su cabeza en perfil.
Picasso, Claude de torero, 28 septiembre 1956 |
El mundo de la tauromaquia fue tan importante en la vida y obra de Picasso que, incluso, tras el paso de los años y cuando nazca su segundo hijo varón, Claude, el artista no se podrá resistir a inmortalizar a su nuevo hijo bajo la misma apariencia que a su hermano mayor en Claude de torero (28 septiembre 1956). (Continuará…)
BIBLIOGRAFÍA
Biografías y estudios generales
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HILTON, T., Picasso, Barcelona, Destino, 1997
PENROSE, R., Picasso: vida y obra, Madrid, Ediciones Cid, 1959
___, Picasso, Barcelona, Salvat, 1989
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WARNCKE, C. P., Pablo Picasso, 1881-1973, Köln, Taschen, 2007
ZERVOS, C., Pablo Picasso. Oeuvres, Vols. I-XXXII, París, Cahiers d’Art, 1932-1979